Actualidad

La equidad en la ciencia es una linda mentira, y ya me cansé de aparentar

La ciencia no avanza realmente hacia la equidad; las instituciones solo están perfeccionando la apariencia de equidad. Necesitamos construir un sistema alternativo.

Por Dolors Armenteras

 

*Traducción al español del reciente articulo publicado por Dolors Armenteras en  Nature 645, 561 (2025)

 

Durante años, creí que la equidad en la ciencia era posible. Estaba convencida de esto cuando asistía a las reuniones a las que me invitaban a hablar, hasta que me di cuenta de que no me habían invitado para darle forma al debate. Lo creí cuando participaba en los grupos de trabajo que aplaudían la diversidad, hasta que me di cuenta de que mis ideas solo eran escuchadas cuando alguien más las compartía. Y las organizaciones internacionales me buscaban con frecuencia, pero casi nunca para un puesto de liderazgo.

En 2021, propuse maneras de construir colaboraciones más saludables entre países con recursos desiguales: actualmente, estas colaboraciones benefician sobre todo al socio más rico (Nature Ecol. Evol. 2021).  El artículo tuvo eco entre científicos de América Latina, África y Asia, quienes me agradecieron por exponer esta situacion de desigualdad. Pero lo que también me llamó la atención fue que ninguno de los comités y organizaciones que tan a menudo habían solicitado mi participación se puso en contacto.

Muchos académicos de países históricamente sobreexplotados (a menudo denominados el sur global) esperaban que exponer el problema impulsara un cambio. Cuatro años después, lo veo claro: el sistema científico nunca ha sido diseñado para la equidad. Para las personas cuyos privilegios provienen de la geografía, la reputación institucional y las redes heredadas, el sistema funciona perfectamente tal como está. Por eso las instituciones se centran únicamente en mejorar el acceso y su imagen. Parecen estar cambiando, pero las mismas personas conservan el control.

Sigo creyendo en la ciencia y en la justicia. Pero ya no creo que el poder pueda compartirse equitativamente en el sistema actual. En 2023, me invitaron a contribuir a un mapa global que exploraba el uso del fuego controlado en la gestión de ecosistemas. Esto significaba condensar 25 años de investigación en un cuestionario de 40 minutos para tener la oportunidad de ganar una obra de arte hecha por un artesano indígena y, quizás, ser invitada a un taller. Estaba escrito en español y se presentaba como inclusivo. Pero exponía cómo funciona el sistema: extraer conocimiento especializado a bajo costo y, en su mayoría, sin reconocerlo, reempaquetarlo en afirmaciones globales y llamarlo colaboración. Rechacé el proyecto.

En 2025, me invitaron a contribuir a un proyecto que desarrollaba un estándar global para la recopilación de datos sobre incendios. Usaba las palabras adecuadas: coproducción, inclusión y diversidad. Citaba mi trabajo. Pero no me invitaban a co-diseñar ni a co-liderar el proyecto, ni siquiera como par, solo a "contribuir con aportes regionales". Dedicación de tiempo: menos de 20 horas. Visibilidad: ninguna. Influencia: simbólica. Cuando rechacé el proyecto, explicando mis razones, recibí dos respuestas. Una a la defensiva: "Sabes que nunca te haría una solicitud simbólica", eludiendo mis preocupaciones reales. La otra fue cortés, afirmando la importancia del proyecto, pero sin abordar su asimetría. Ninguno de los académicos ofreció coautoría ni términos nuevos. Nada cambió. No eran malas personas. Esa es la parte más difícil. Jugaban según las reglas de un sistema que premia la colaboración extractiva, especialmente cuando se envuelve en el lenguaje de la equidad.

El sistema no prospera solo por quienes están en la cima. Se mantiene fuerte porque muchos científicos en puestos menos privilegiados quieren ser incluidos. A veces nos eligen, no por nuestras ideas ni nuestro liderazgo, sino porque cumplimos con los requisitos. Una mujer latinoamericana, visible y calificada. Pero no nos convertimos en pares. Nuestro trabajo no se cita con tanta frecuencia. Nuestros estudiantes se convierten en guías locales en lugar de coautores. Las subvenciones se siguen otorgando sin nosotras.

Aceptamos las reglas. Publicamos en las revistas adecuadas, incluso cuando rechazan otras formas de conocimiento. Nos unimos a iniciativas globales que usan nuestros nombres, nuestros mapas y nuestro trabajo. Nos decimos a nosotras mismas que vale la pena. Que un lugar en la mesa importa, incluso si no podemos hablar. Pero ¿y si confundimos el bote salvavidas con el barco? No somos los conductores de la revolución, simplemente los pasajeros esperanzados. Cuando alzamos la voz o nos negamos a participar, nos dicen que hemos malinterpretado, que somos demasiado sensibles o, peor aún, que estamos perjudicando la colaboración. Pero cada vez que contribuimos, o simplemente guardamos silencio, ayudamos a que el sistema actual sobreviva. Ya no lo haré. Ya no pido equidad. Sé que no vendrá de dentro del sistema. Deberíamos dejar de confundir el acceso con el cambio y dejar de disculparnos por querer algo más que una simple inclusión simbólica. No quiero que me inviten de nuevo a salas que mantienen intacto el poder. No aceptaré un reconocimiento que haga que las instituciones se vean bien mostrando lo inclusivas que son cuando el progreso es solo superficial.

Es hora de alzar la voz, de forma clara, estructural y sin complejos. Es hora de construir transversalmente, no hacia arriba. Es hora de impulsar a otros sin replicar la misma escalera extractiva. Sugiero rechazar roles de "consultoría" y aceptar solo a quienes co-diseñan y co-dirigen un proyecto. Es hora de respaldar su postura delineando criterios claros para colaboraciones, artículos y propuestas en sus paginas web.

Priorice los grupos de trabajo sur-sur, coaliciones lideradas y gobernadas por socios regionales con autores y presupuestos locales. Involucre a socios externos solo después de haber tomado estas medidas. Abogue por procesos de doble anonimato durante la revisión por pares, las solicitudes de subvenciones y otras evaluaciones para reducir el sesgo institucional y geográfico. Audite las referencias: cite a académicos regionales en sus artículos y solicite lo mismo en los manuscritos que revise. Alinee las solicitudes con la necesidad, no con el prestigio. Reserve las actividades no remuneradas para organizaciones con pocos recursos; de lo contrario, exija una compensación. Siempre que sea posible, delegue las oportunidades remuneradas a colegas en el inicio de su carrera.

Practiquemos los estándares que exigimos. Si la equidad en la ciencia es una linda mentira, entonces seamos nosotros quienes dejemos de fingir, empezando por la próxima invitación que recibamos.

 

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